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- 20minutos.es habla con varios
'trotamundos', entre ellos, dos parejas que dejaron todo para lograr su
sueño: pasar la vida viajando alrededor del mundo.
- Otros abandonaron la oficina para "reinventarse": decidieron
marcharse lejos a trabajar como cooperantes o aislarse del 'mundanal
ruido'.
- MARÍA J. MATEO 10.10.2012 - 07.21h
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Saben que en la vida no existen los guiones.
Y, por eso, han decidido acabar con lo que parecían historias escritas
de antemano. Abandonaron la oficina el día en que se reconocieron
insatisfechos y colgaron el cartel de "cerrado por hartazgo"
sin temor al 'fantasma' de la crisis. No les importó dejarlo todo.
Liarse la manta y abandonar una vida de confort. Ni mudar de escenario,
con todos sus costes. Querían oxigenarse.
Son nuevos trotamundos, 'urbanitas' exiliados de la ciudad, cooperantes de nuevo oficio y 'aldeanos conversos' con los que 20minutos.es
ha hablado para confirmar que las fórmulas con las que es posible
reinventarse pueden ser múltiples cuando el objetivo es sencillo: (volver a) ser feliz.
Vivir viajando
Xavi trabajaba como maquetador en un periódico
deportivo en Barcelona, y Carme, en Recursos Humanos del Banco Sabadell.
Llevaban una vida ordinaria aunque ninguno de los dos lo era. El
esquema se rompió el día que, cansados de la rutina, decidieron hacer lo que realmente querían: recorrer el planeta.
Después de tres vueltas al mundo y con muchos miles de kilómetros a la espalda, Xavi relata a 20minutos.es
las sensaciones que le suscita ahora su vida anterior: los efectos
secundarios que le causaban los hábitos, el "dolor" que, asegura,
incluso sintió cuando, tras su primera vuelta al mundo, intentó readaptarse a su vida en Barcelona
y no lo consiguió. "No hacía más que preguntarme qué hacía yo viviendo
una vida que no quería vivir, ¿acaso alguien me estaba obligando?".
Xavi había recorrido junto con su pareja, Carme,
once países de Europa, América y Asia,
y ya no era el mismo. Tampoco ella lo era. La excedencia que había
pedido para su primer viaje le supo a poco, así que decidieron apostar
todo a una carta y poner los medios para lograr su proyecto de vida:
vivir viajando.
Siete años después, han conseguido vivir de sus sueños: hacer
viable económicamente su plan.
Además de trabajar como diseñadores —un oficio que aprendieron porque
les permitía trabajar desde cualquier sitio—, fundaron su propia
ONG, cuyos proyectos dan a conocer en su
página web.
A través de ella, recaban fondos de sus seguidores —que se cuentan por
miles— para iniciativas solidarias como el aula-biblioteca que en
febrero de este año lograron para
un orfanato en Kabarnet (Kenia), que fue costeado con los 2.150 euros recibidos en donaciones a través del sitio web.
Otra vía de financiación han sido los tres libros que ya llevan
escritos y en los que relatan las experiencias de su vida nómada. De
los dos primeros, agotaron existencias, con 2.500 ejemplares vendidos.
Con el tercero, que verá la luz en noviembre, esperan repetir el éxito.
Si echa la vista atrás, Xavi se enorgullece de que
ni las dificultades les amedrantaran ni de que el 'fantasma de la
crisis' les hiciera echarse atrás. "Nosotros en este momento, quisimos
ver una oportunidad. Muchos nos acusaron de imprudentes
cuando dejamos nuestros puestos de trabajo pero lo cierto es que, con
el tiempo, algunos de ellos se quedaron en el paro... Nada garantiza
nada ni es seguro. La vida es en sí inestable. Lo bueno es que, ante
esta mayor inestabilidad, mucha gente está tomando decisiones
arriesgadas y se están dando cuenta de las trampas del estado de bienestar".
Aunque sabe que no existen fórmulas mágicas, la base
se construye, en su opinión, con materiales básicos: "En realidad no es
tan difícil. Mucha gente ha roto para hacer algo distinto. Se trata de hacer con tu vida lo que quieres y de no inventarte excusas porque, una vez que te decides y matas el primer miedo, entonces nada te puede parar".
La estela nómada
La historia de Fleur y Fernando, vecinos del municipio malagueño de Mijas, sigue la misma estela nómada.
Hace poco más de un año,
vendieron la casa, los muebles,
los electrodomésticos, la ropa, el coche… y se compraron la
autocaravana con la que se han lanzado a descubrir nuevo mundo. Junto a
sus hijos, de uno y cinco años, han emprendido
una aventura
que durará unos tres años y que ha llevado a Fernando, de 29 años, a
dejar su empleo fijo como auxiliar administrativo, tras casi nueve años.
"No me sentía cómodo entre tanta burocracia. Sabía que quería cambiar
de vida", asegura a este periódico.
Aparte
de su trabajo de funcionario, Fernando tenía otros empleos para lograr
pagar la hipoteca y el préstamo del coche. "Esa vida me hacía sentirme
mal cada día. No llegaba casi a final de mes y
apenas tenía tiempo para ver a mi familia".
En cierto modo era víctima, opina, del ideario común contra el que
finalmente se rebeló. "Nos han inculcado que lo importante es un trabajo
estable, una casa, un coche… pero la vida es más que eso. Para
nosotros, eso no es vivir,
es sobrevivir. Así que decidimos coger las riendas de nuestras vidas y cambiar el rumbo".
El resultado, hasta la fecha, es más que satisfactorio. Nadie "fiscaliza" ya su tiempo. Al menos, durante estos meses en los que él y su esposa dedican por completo a viajar y a estar con sus hijos.
El viaje les llevará ahora, una vez finalizada la
primera etapa —en la que han recorrido 15.000 kilómetros por Europa—, a
América, donde se desarrollará la segunda. Luego llegarán a África.
Fernando cuenta que lo harán a su ritmo y que, si es
necesario, alterarán los plazos y la ruta. Lo único importante es, dice,
"no perder de vista el sueño", aunque implique renunciar a muchas cosas
materiales, algo, en su opinión, secundario.
De la misma opinión es Antonio Poyato, que viaja
ligero de equipaje
alrededor del mundo desde que hace unos meses dejó su puesto como
responsable del Departamento online de una conocida multinacional de
electrónica de consumo, donde trabajó durante 14 años. A Antonio, "los
paisajes, las aventurillas y la cantidad de buena gente" que se va
encontrando, le compensan
las "incomodidades" del viaje.
"Necesitaba empezar desde cero,
deconstruirme",
asegura. Así que, cuando la necesidad se hizo más evidente, hizo las
maletas y compró un billete World Round Tour —que ofrecen algunas
aerolíneas para dar la vuelta al mundo a precios no muy elevados—. Según
cuenta,
"espera a que escampe" en España para volver y montar su propio negocio, su segundo sueño, tras el de 'ejercer' de trotamundos.
Entre tanto, intenta no pensar demasiado en el futuro, una palabra que a él solo le remite "a los próximos 3 o 4 días"
—"lo demás es incertidumbre", confiesa—, y sigue, con todo, con
preocupación y "tristeza" las noticias que le llegan de España. "Ojalá
despunte algo de lucidez y no aparezcamos en la prensa extranjera como
un país que aún recuerda a otras época en blanco y negro...", señala.
Una ejecutiva que orientó su vida a los demás
Hasta
hace cinco años, la gallega María Bodelón trabajaba en una
multinacional tabacalera en el Reino Unido. Fue hasta que descubrió que
su trabajo de ejecutiva no le satisfacía
y que necesitaba orientar su vida hacia los demás. "Tenía grandes
aspiraciones de ascender en la compañía y ganar un salario cada vez
mejor pero cuando lo conseguí me di cuenta de que no era lo que me
llenaba", confiesa a
20minutos.es.
Después de aquella 'revelación', María decidió
presentar su carta de dimisión en la compañía y viajar durante una
temporada por el mundo. Se embarcó en un periplo que le llevó hasta
Benarés (India), la ciudad sagrada del Ganges, en donde, impactada por la pobreza infantil, fundó la ONG
Semilla para el cambio, que busca la alfabetización y nutrición de familias con escasos recursos —la mayoría de ellas, dedicadas de recoger basura—.
Desde entonces, ha ido sumando "padrinos" e
intentando que su "proyecto personal" creciera pasito a pasito. El
resultado hasta la fecha es satisfactorio, confiesa, ya que, se ha
logrado escolarizar a más de 100 niños y prestar
asistencia médica a más de 400 personas, y que 12 niñas hayan abandonado
la recogida de basuras para dedicarse a pintar pañuelos.
Además, María dice haber encontrado su "sitio" en un
lugar en el que al fin hace algo que verdaderamente le reconforta y en
el que pone toda la carne en el asador. "Lo que hago ahora sí es
gratificante. Es algo que me sale de dentro", declara.
Reinventar un oficio
La historia de la arquitecta barcelonesa María Elena Alonso sigue un
curso paralelo. A sus 30 años y con un curriculum tan brillante como
extenso, asegura que cuando hace medio año decidió
marcharse a Anantapur (sudeste de la India)
a trabajar como cooperante, no huia hacia adelante. No le importó dejar
a mitad un máster y varios proyectos en Barcelona, su ciudad natal, ni
vivir de sus ahorros durante los primeros meses, porque tenía un
propósito claro: reinventar su oficio.
Desde Anantapur, donde trabaja ahora en la Oficina de Arquitectura que la
Fundación Vicente Ferrer tiene en la zona, María Elena explica por vía telefónica a
20minutos.es que necesitaba volver a
encontrar sentido
a su profesión. "No me fui de España porque fuera huyendo. Sentía que
era necesario reinventarse y volver a pensar qué es realmente la
arquitectura. En España, con el parque de viviendas vacías que tenemos,
no es lo que se necesita. Allí sentía que en el fondo lo que hacía
servía para que alguien ganara más dinero especulando, para
seguir alimentando esa burbuja que finalmente
ha explotado", declara
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En La India, trabaja junto a otros dos arquitectos españoles y otros muchos ingenieros autóctonos en la ampliación de un hospital
que se ha quedado demasiado pequeño y en el que ahora se necesitan más
camas, más operatorios, más viviendas para el personal sanitario... Al
fin, dice, ve los frutos de su trabajo y se siente reconfortada con lo
que hace.
Del relato de su experiencia se deduce que no solo
el hospital está creciendo: también lo está haciendo ella. Asegura que
la experiencia le ha hecho "cambiar la perspectiva" y darse cuenta "de lo que importa y de lo que no".
"Aprendes a darle una importancia relativa a algunas cosas. Lo que
antes era prioritario quizá ahora ya no lo es tanto", apunta.
Vuelta a las raíces
A veces la renovación puede suponer
una vuelta a los orígenes.
Es el caso de Luis Montalvo, quien, a los 40 años decidió dejar su
propio negocio, la empresa de mensajería que había fundado y a la que
había dedicado más de 15 años, e irse a vivir a un pueblo de Segovia
rayano con la provincia de Burgos.
“Hay un momento en mi vida en el que
Madrid me satura y decido romper con todo y volver al pueblo en el que están mis raíces”, relata a
20minutos.es Luis que recuerda que, aunque él era su propio jefe y llevaba “sus propios designios”, simplemente
no era feliz.
Esa sensación de hartazgo, sumada a "otras vicisitudes", le llevan a un mundo radicalmente distinto, a
su 'particular Ítaca', en la que de nuevo “tira de ideas” y en donde, apoyado por la iniciativa '
Abraza la Tierra', monta un negocio: un
circuito de kartings con el que revive su vieja pasión por el motor. “Paso de un sitio en el que vivían 5 millones a otro en el que vive 50. Antes
recibía 100 llamadas al día, y ahora, una o dos ”, declara.
Pero el recuerdo del pasado no le suscita nostalgia porque lo tiene claro: “Los que al principio
me decían que estaba loco,
al cabo del tiempo me decían que les daba envidia porque, aunque es muy
difícil volver a empezar cuando tienes tu vida resuelta, la verdad es
que ahora soy bastante más feliz”.
Esas mismas sensaciones son las que tiene Eva Alcolado, una madrileña de 40 ños que hace unos meses
se 'autoexilió' de la capital para convertirse en una 'aldeana de nuevo oficio' en Marugán, un pequeño recodo de Castilla y León.
Aunque el coste no ha sido pequeño —ha dejado su trabajo como
directora comercial de un conocido restaurante, al que dedicó casi dos
décadas—, Eva dice que abandonar la "vorágine" de su vida anterior "es
lo mejor" que ha hecho en su vida. Ya no tiene sueldo —su marido, su
hija y ella viven ahora de una sola paga y de sus ahorros— ni lleva
reloj. Pero dice que no le hace falta: se levanta cuando canta el gallo
de una casa vecina y sabe cuando tiene que recoger a su hija del colegio
solo observando la luz del día.
Asegura
que le basta con esa tranquilidad recién estrenada, y con poder dedicar
mucho más tiempo a su familia, para estar contenta. Y con
trabajar en su huerto o enseñar a sus vecinas informática
para no añorar las comodidades de su anterior vida de
"hipersupercosmopolita", como ella misma la define, aunque la fórmula
para su felicidad haya supuesto una reinvención total. "Yo antes pensaba
que las zanahorias venían congeladas", bromea.
Un cineasta que fabrica quesos
Joaquín Manchado ha dedicado 36 años de su vida al cine. Pero hace
poco más de un año decidió que nunca es tarde para reinventarse, así que
cambió de tercio. Alterna desde entonces la
cinematografía con la fabricación de quesos.
La curiosidad por el negocio de los quesos le picó el día que él y su
pareja cenaban con unos familiares que comentaron que un negocio de
toda la vida iba a cerrarse en Campo de San Pedro (Segovia). Y, a pesar
de no haber
trabajado en nada parecido nunca, decidió ponerse manos a la obra.
Aunque
no ha dejado del todo su profesión anterior, y vive a caballo entre
Madrid y el pueblo, dice que si el negocio de la quesería se consolida,
se dedicará por completo a ello. Y eso que el
campo tampoco es la panacea, afirma Joaquín, que describe las dificultades para hacerse un hueco ante la coyuntura económica actual.
Si bien, más allá de los inconvenientes, se muestra satisfecho con su
'nueva vida': “He descubierto un mundo desconocido, atractivo,
interesante, curioso. Creo que todo lo que sea emprender ilusiones es
siempre muy sano, oxigena tu vida. Si no, te estancas, te encierras y te hundes. Hay que tener valor para tomar decisiones", subraya.
Fuente: 20minutos.es